En un tono entre la broma y la estrategia política, Donald Trump aseguró que le gustaría ser papa y propuso al cardenal Timothy Dolan como sucesor de Francisco. ¿Chiste o movimiento calculado?
Durante una rueda de prensa en Michigan, donde celebraba sus primeros 100 días del segundo mandato, Donald Trump sorprendió a los periodistas con una frase tan inesperada como provocadora: “Me gustaría ser papa”. La declaración se dio tras ser consultado sobre el próximo cónclave que se celebrará tras la eventual muerte del papa Francisco.
Aunque su comentario arrancó risas, Trump rápidamente pasó a una sugerencia más seria: la elección de un papa estadounidense. Señaló al cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, como una opción ideal para liderar la Iglesia Católica. “Tenemos un cardenal que resulta ser de un lugar llamado Nueva York que es muy bueno, así que veremos qué sucede”, declaró.
Dolan, de 75 años, ha sido una figura influyente en el catolicismo conservador estadounidense y mantiene una relación cordial con Trump, aunque ha evitado pronunciamientos abiertamente partidistas. Su estilo carismático y cercano le ha ganado espacio en medios y en eventos organizados por la Casa Blanca, como la Convención Republicana de 2020.
Sin embargo, su elección como papa parece poco probable según expertos y casas de apuestas, debido a que el Vaticano evita nombrar pontífices de grandes potencias como Estados Unidos. Entre los nombres que más suenan en los análisis vaticanos están Peter Turkson (Ghana), Matteo Zuppi (Italia) y Luis Antonio Tagle (Filipinas), este último considerado el heredero natural del legado de Francisco.
¿Broma populista, señal geopolítica o estrategia para agitar la conversación digital? Lo cierto es que, una vez más, Trump logró lo que sabe hacer mejor: poner el mundo a hablar de él.
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