El presidente de EE. UU., Donald Trump, ha dado un giro drástico en su política exterior al imponer aranceles a México, Canadá y China, desafiando acuerdos multilaterales y abriendo la puerta a nuevos actores geopolíticos. Este enfoque proteccionista ha generado tensiones globales y podría impulsar una reconfiguración del comercio y las relaciones diplomáticas.
Trump comenzó su mandato con una serie de medidas ejecutivas, incluyendo la imposición de aranceles del 10% a China y del 25% a México y Canadá, provocando una guerra comercial que podría redefinir las alianzas internacionales. Su estrategia de proteccionismo, al margen de organismos como la OMS o el Acuerdo de París, parece centrarse en aislar a EE. UU. y reforzar su poder económico interno, mientras que otros países podrían buscar diversificar sus relaciones comerciales para reducir su dependencia de Washington.
El impacto económico de estas decisiones es considerable, especialmente para países como México, cuyo 80% de sus exportaciones se dirigen a EE. UU. La imposición de aranceles podría provocar caídas significativas en el PIB de los países afectados. China, por su parte, ha recurrido a la OMC para cuestionar la legalidad de los aranceles, y se teme que las tensiones entre ambas potencias económicas puedan intensificar el “desacoplamiento” global de sus economías.
A medida que Trump estrecha lazos con líderes autoritarios y desafía alianzas tradicionales como la OTAN, actores como Rusia, Venezuela y la Unión Europea podrían jugar un papel más relevante en la nueva configuración geopolítica. En particular, Venezuela podría convertirse en un socio estratégico para EE. UU. en términos de petróleo, a pesar de la falta de reconocimiento formal de Maduro como líder legítimo.
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