¿Qué es la Ruta de la Seda de China y por qué Colombia se alista para entrar a este millonario acuerdo?

El presidente Petro confirmó que el país se sumará a la ambiciosa estrategia global de China. ¿Qué implica este convenio y qué beneficios o riesgos podría traer para Colombia?

Colombia está a punto de entrar en el radar de uno de los megaproyectos geoestratégicos más ambiciosos del siglo XXI: la Ruta de la Seda, impulsada por China desde 2013. Así lo anunció el presidente Gustavo Petro, quien busca alinear al país con esta iniciativa de alcance global, que combina comercio, infraestructura y geopolítica.

La moderna Ruta de la Seda, oficialmente conocida como la Franja y la Ruta, va mucho más allá de una simple vía comercial. Es un convenio bilateral con China que busca abrir puertas a inversiones multimillonarias en infraestructura, como puertos, vías férreas, autopistas y nodos logísticos, conectando mercados desde Asia hasta América Latina. China ya ha invertido más de un billón de dólares en esta estrategia, que ya cuenta con más de 20 países de América Latina, como Perú, Argentina, Chile y Ecuador.

Para Colombia, que ya cuenta con una importante presencia de capital chino en proyectos como el Metro de Bogotá y un comercio bilateral que superó los 18.000 millones de dólares en 2024, este convenio podría representar una inyección de capital en infraestructura y acceso a crédito internacional. Sin embargo, algunos analistas advierten sobre posibles riesgos: endeudamiento elevado, dependencia tecnológica y un posible deterioro en las relaciones con Estados Unidos, el principal destino de las exportaciones colombianas.

A diferencia de acuerdos multilaterales como el G20 o los BRICS, la Ruta de la Seda funciona como una red de acuerdos bilaterales individuales con China. Es decir, cada país negocia directamente con el gigante asiático, sin vínculos ni beneficios entre los países participantes.

El paso de Colombia hacia esta iniciativa marca un giro importante en su política exterior y pone al país en el centro de una disputa estratégica entre potencias. La apuesta, según el Gobierno, es el desarrollo. Pero la pregunta clave sigue siendo: ¿a qué costo?


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