Por 90 días, las dos mayores economías del mundo suspenden parcialmente los aranceles y crean un canal permanente de negociación. ¿Estamos ante el inicio del fin de una guerra comercial que sacudió al planeta?
Después de años de tensiones comerciales, sanciones recíprocas y discursos encendidos, Estados Unidos y China han acordado dar un paso hacia la distensión, una pausa arancelaria de 90 días, durante la cual se reducirán significativamente los impuestos a las importaciones entre ambas naciones.
A partir del miércoles 14 de mayo de 2025, entrará en vigor este acuerdo, que contempla una reducción notable de aranceles:
• Estados Unidos reducirá del 145% al 30% los aranceles sobre productos chinos.
• China hará lo propio, bajando sus aranceles del 125% al 10% para productos estadounidenses.
Este anuncio, resultado de reuniones intensas en Ginebra, también trae consigo un elemento clave, la creación de un mecanismo permanente de diálogo económico y comercial liderado por funcionarios de alto nivel. La intención es clara: evitar nuevas escaladas y trabajar en soluciones estructurales a largo plazo.
Una tregua con implicaciones globales
Esta pausa representa un respiro no solo para las economías de ambos países, sino para el comercio global.
Desde que estalló la guerra comercial en 2018, miles de productos fueron golpeados por aranceles cruzados, afectando cadenas de suministro, elevando costos y generando incertidumbre para empresas de todos los tamaños.
El acuerdo, aunque temporal, ya tuvo impacto en los mercados internacionales, las bolsas reaccionaron positivamente, los inversionistas recuperaron confianza y sectores como la tecnología, la agricultura y la manufactura anticipan un alivio en sus operaciones.
¿Una tregua real o una jugada estratégica?
Aunque el gesto es positivo, la raíz del conflicto sigue viva. Estados Unidos mantiene preocupaciones profundas sobre la política industrial china, la propiedad intelectual, las restricciones tecnológicas y el acceso desigual al mercado asiático. Por su parte, China exige respeto a su soberanía económica y rechaza lo que considera un cerco comercial liderado por Washington.
Este acuerdo de 90 días puede ser visto como una estrategia política, especialmente en un año de agendas electorales y reacomodamientos geopolíticos. Sin embargo, también puede interpretarse como el inicio de una nueva etapa diplomática, más pragmática y menos confrontacional, donde el diálogo se convierte en herramienta para resolver conflictos, no solo en lo comercial, sino en temas como inteligencia artificial, cambio climático y seguridad global.
Conclusión, diálogo antes que disrupción
La historia reciente ha demostrado que los conflictos comerciales no se ganan con aranceles, sino con acuerdos sostenibles y visión de futuro. Esta tregua de 90 días entre EE.UU. y China debe ser entendida como una oportunidad para restablecer puentes, revisar políticas, y, sobre todo, enviar un mensaje de responsabilidad global en tiempos de incertidumbre.
Mientras las conversaciones continúan, el mundo observa. Porque el rumbo que tomen Washington y Pekín en los próximos meses podrá definir el equilibrio económico global de la próxima década.
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