Este viernes 11 de julio arranca en Ecuador la décima edición de la Copa América Femenina, un torneo que va mucho más allá del fútbol. Diez selecciones lucharán no solo por la gloria deportiva y un cupo a los Olímpicos de Los Ángeles 2028, sino también por visibilidad, equidad y justicia dentro del deporte.
La inauguración será a las 7:00 p. m. con el duelo entre Ecuador y Uruguay en el estadio de Independiente del Valle. Mientras tanto, Colombia debutará el miércoles 17 contra Venezuela, en una campaña que busca saldar cuentas pendientes tras perder la final de 2022 frente a Brasil.
La poderosa selección brasileña, con Marta al frente, llega como la gran favorita a levantar su noveno título, pero esta edición trae nuevas protagonistas: figuras como Linda Caicedo (Real Madrid) y Mayra Ramírez (Chelsea) apuntan los reflectores hacia Colombia, segunda en la edición anterior y firme candidata al oro.
Sin embargo, la Copa también se convierte en una vitrina de desigualdades. La selección uruguaya encendió las alarmas esta semana al boicotear un entrenamiento como protesta por condiciones laborales precarias. “Esto no va contra nuestra pasión, sino por un derecho justo”, afirmaron las jugadoras en redes.
El contraste también se ve en el precio de las entradas: de 3 a 5 dólares por partido, muy lejos de los casi 2.000 que costó ver la final masculina en 2024. Aún así, la expectativa es que esta edición sea un punto de inflexión para el crecimiento del fútbol femenino en la región.
La Copa se disputará hasta el 2 de agosto, y además de coronar a la campeona de Sudamérica, otorgará dos cupos a los Juegos Olímpicos 2028 y tres a los Panamericanos 2027. ¿Será esta la edición en que el fútbol femenino deje de ser solo promesa y se convierta en prioridad?
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