Centros de votación vacíos, calles en silencio y una participación del 12,56% marcaron la jornada electoral más deslegitimada del chavismo en años.
La nueva “elección” impulsada por el régimen de Nicolás Maduro este domingo 25 de mayo terminó convertida en un rotundo vacío de legitimidad. Con centros de votación desiertos y una abstención histórica, los venezolanos enviaron un mensaje claro al poder: no más farsas electorales. Según el Comando Venezuela y firmas independientes como Meganálisis, la participación ciudadana fue de apenas el 12,56%, una de las más bajas desde 2005.
Lejos del relato oficial del CNE, que infló la cifra hasta el 42,63%, las imágenes del día mostraron un país paralizado, que respondió al llamado al boicot de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Ambos líderes de la oposición reafirmaron que este silencio masivo fue un acto cívico de desobediencia ante un sistema electoral manipulado y sin garantías.
“No se trataba de elegir, porque aquí ya nada se elige. Se trataba de rechazar”, expresó González, mientras que Machado, en un mensaje contundente, celebró la “valentía del pueblo” que desafió amenazas y chantajes. La abstención no fue apatía: fue resistencia.
Ante el fracaso, Maduro propuso ese mismo día una reforma del sistema electoral para “perfeccionarlo”, lo que encendió las alarmas de expertos y organizaciones democráticas. La estrategia, denuncian, sería profundizar el control a través de supuestos “circuitos comunales”, una movida que recuerda el modelo cubano y refuerza la idea de que la dictadura apuesta por cerrar aún más la participación política real.
En la Venezuela de hoy, la abstención no es indiferencia: es una declaración de principios. En un país donde votar ya no decide, el acto más político puede ser precisamente negarse a participar en el simulacro de una democracia que dejó de existir.
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