La esperada reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin, programada para el 15 de agosto en Alaska, genera preocupación e incertidumbre en Ucrania, donde tanto el gobierno como la sociedad civil temen que se negocie un acuerdo sin su participación directa. “Cualquier decisión sin Ucrania es una decisión contra la paz”, advirtió el presidente Volodimir Zelenski en un mensaje en video tras el anuncio del encuentro.
Una encuesta reciente del Instituto Internacional de Sociología de Kiev revela que el 76% de los ucranianos rechaza de plano el “plan de paz” propuesto por Rusia, y casi la mitad también se opone a una propuesta alternativa de Estados Unidos que implicaría reconocer a Crimea como territorio ruso y levantar sanciones, entre otras concesiones.
Expertos como Volodimir Horbach del INET critican duramente la estrategia de Trump: “Este diálogo podría equivaler a legalizar a un criminal de guerra como Putin. No se vislumbra ningún resultado práctico si se excluye a Kiev”.
Por su parte, la opositora Iryna Herashchenko advierte que si se legitima la ocupación rusa, “se enviaría un mensaje devastador al sistema internacional de seguridad”. Mientras tanto, desde el oficialismo, algunos como Danylo Hetmanzev ven la reunión como una oportunidad para exponer la postura rusa y aumentar la presión internacional.
Aunque el temor principal gira en torno a una posible rendición negociada, otros expertos aseguran que el resultado más probable será apenas simbólico. “Solo habrá declaraciones vacías”, concluye Oleksandr Krayev, politólogo y profesor en Kiev.
Con un conflicto aún lejos de resolverse, la reunión de Alaska se perfila como una cita que, más que traer soluciones, podría reconfigurar alianzas y tensiones en el tablero internacional.
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