En un golpe de autoridad inesperado, el Chelsea de Maresca desarmó al favorito PSG con una exhibición táctica y un doblete brillante de Cole Palmer. Luis Enrique, sin respuestas.
En el fútbol, los pronósticos sirven para poco. Lo que parecía una final cantada terminó en una exhibición inesperada: Chelsea se consagró campeón del primer Mundial de Clubes ampliado a 32 equipos, dejando en la lona al poderoso PSG con un contundente baño de fútbol.
El equipo londinense, bajo la dirección de un colosal Enzo Maresca, impuso un plan táctico brillante que dejó sin reacción al PSG, líder indiscutido del torneo hasta ese momento. Cole Palmer fue el héroe de la noche con un doblete lleno de clase y frialdad, mientras que João Pedro cerró la cuenta con otro gol de antología.
Luis Enrique y su PSG —hasta ayer invictos, dominantes y aplaudidos— se vieron superados en cada línea, incapaces de frenar el vendaval inglés ni de reconducir el partido desde el banquillo. La presión alta del Chelsea, las piernas frescas de Caicedo, Enzo Fernández y Reece James, y el juego vertical fueron demasiado para un equipo parisino que desapareció en la final más esperada del torneo.
El PSG apenas generó peligro real, y cuando lo hizo, Robert Sánchez apareció como muro infranqueable. La impotencia se apoderó de los franceses, que no encontraron soluciones ni siquiera con los cambios. La alegría del inicio del torneo se transformó en descontrol, nerviosismo y frustración.
Chelsea no solo se coronó campeón: se convirtió en el equipo que rompió el hechizo del PSG y escribió su nombre en la historia al levantar el trofeo del primer Mundial de Clubes en su nuevo y ambicioso formato.
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