El presidente Trump quiere crear una oficina para deportar a migrantes “no asimilados” — una idea inspirada en movimientos extremistas europeos.
En una nueva jugada que agita el tablero político y enciende alertas por discriminación y xenofobia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció su intención de implementar una Oficina de Remigración, una estrategia que, según expertos, se acerca peligrosamente al concepto de limpieza étnica moderna.
La nueva oficina, que operaría bajo el Departamento de Estado y en coordinación con Seguridad Nacional, tendría como tarea facilitar la expulsión de inmigrantes —legales o no— que no se hayan “asimilado”. La propuesta forma parte de un documento de 136 páginas enviado al Congreso, donde también se contempla cerrar oficinas dedicadas a derechos humanos y reemplazarlas con áreas enfocadas en “democracia y valores occidentales”.
El concepto de “remigración” no es nuevo. Proviene de Europa y ha sido impulsado por figuras como Martin Sellner, líder de extrema derecha en Austria. Su enfoque incluye tres fases: expulsión de indocumentados, deportación de residentes legales considerados carga para el Estado y la salida forzada de ciudadanos no asimilados. Estos últimos serían personas que, a pesar de tener ciudadanía, no comparten cultura, religión o idioma dominante.
Organizaciones internacionales y defensoras de derechos humanos ya encendieron las alarmas. “Esto es una forma moderna de limpieza étnica”, advirtió Wendy Via, directora del Proyecto Global Contra el Odio y el Extremismo. Mientras tanto, voces como Stephen Miller, asesor de Trump, aplauden el plan como un freno a la “invasión migratoria”.
El Congreso de EE. UU. tiene hasta el 1 de julio para decidir si aprueba esta reforma estructural que, de ser aprobada, podría cambiar radicalmente el enfoque migratorio estadounidense y marcar un precedente mundial.
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